Mi mujer quería conocer "lugares sicodelicos"...
pues este tripi casi le sale un ojo de la cara!
Después de 14 horas de viaje por tierra desde Bogotá (las rutas son malas y hay muchos paramilitares en busca de coimas), encontramos una población llamada Sutamarchan … su clima perfecto!
Estando allí alguien del pueblo nos refirió un gran lugar a 45 minutos de camino donde se podía conseguir algo de mescalina, sin dudarlo empezamos a caminar en medio de un paisaje lleno de cultivos de tomate y maíz, pequeños riachuelos… de pronto un desierto frente a nosotros con pinceladas de verde profundo, descendimos al cañón… un mundo suspendido en el tiempo nos recibió… Esta región se encuentra dentro del desierto de
Cómo trasmitirles lo que nos produjo esta tierra repleta de cactus… Sentimos la paz de un lugar santo, armonía perfecta, un lugar que NO queríamos profanar pero bueno, como hacer tu propio brebaje de cactus sin cortar uno, no? Luego de que cortamos varios trozos de cactus, lo mismo se preguntó la tonta de mi mujer.
no os creais que es tan facil obtener la droga.
hay que procesar lod troncos, hervirlos...
y luego la mescalina sabe a vomito!
Les cuento que vayan equipados para llevar los cactus y procesarlos, de lo contrario os pinchareis como unos cristos. Afortunadamente una pobre india que vimos en el camino, se ofreció ella misma a hacernos el brebaje por unos pocos pesos.
Esta pobre mujer machacó el cactus e hizo el fuego..
¡Estos pobres indios si que saben de drogas!
Ana tomó el brebaje y yo no. Le dije que lo haríamos por turnos, pero la verdad, estoy cansado de la onda hippie. ¡Para que! A la media hora, mi mujer bailaba danzas indias como si estuviera en Woodstock.
Yo no podía más del aburrimiento y me fui. Sabía que a pocos kilometros era posible conseguir coca de la buena y a mi mujer aún le quedaban ocho horas de trip. Así que la dejé con su cuelgue y fui hasta el bar “Andrés Carne de Res” donde no me fue difícil comprar el polvillo mágico.
Esta bolsita con la mejor droga me costó 20 euros
y eso por que me amenazaron con un arma.
Me quedé acodado a la barra toda la noche, como una momia alcoholica. Aquí la gente sabe bailar y lo hace mucho, hasta la mañana. Así que a las siete me fui totalmente intoxicado con droga y alcohol a buscar a mi mujer por el desierto. Pobrecilla, la encontré toda pinchada porque había abrazado un cactus. Tenía una lesión grave en la cara y tuve que llevarla a una sala de emergencias. Por suerte el seguro médico funcionó bien y la atendieron en una clínica de Bogotá. Gracias a esos médicos el ojo de Ana aún puede ver.
¡Así que gracias Colombia, paraiso de drogas y médicos!
Ferrán Calvet, Tarragona